Costa Brava y sus calas secretas, el esplendor de los contrastes

“Es brava y sonriente, fantástica y dulce, trabajada por los temporales a golpe de olas como un alto relieve y bordada por los besos de la bonanza…” Así definía la ‘Costa Brava’ el periodista-publicista Ferran Agulló en 1908 cuando acuñó por primera vez este término en unos de sus artículos. Y es que esta zona que empieza en Blanes y termina en la frontera con Francia nos ofrece calas de ensueño, parajes asombrosos, colores mediterráneos y una naturaleza salvaje. Te descubrimos esas calas recónditas que han inspirado versos, cuadros, obras literarias o películas, con la moda como faro para guiar este viaje.

‘Mitología’ y ‘paisaje’, este es el binomio que el poeta ampurdanés Carles Fages de Climent utiliza en su poema El somni de Cap de Creus (El Sueño de Cap de Creus). Son las mejores palabras para definir este agreste, cautivador y bravo paisaje. Un lugar recóndito que atesora calas vírgenes. Una de ellas es Cala Jugadora, aguas cristalinas abrazadas por rocas salvajes. Al llegar al Faro de Cap de Creus, el segundo más antiguo de Cataluña, sigue el sendero que baja a la derecha y a unos 100 metros la descubrirás. Belleza, magia, paz… y una pradera submarina de posidonia, un hábitat protegido, refugio para gran diversidad de especies.

Su agua ‘xelida’ (gélida) y azul entra en la costa creando un conjunto de calas llamadas Aigua Xelida, una escena espectacular, un cañón marítimo en el que vivía L’Hermós, personaje de El viatge frustrat (El viaje frustrado, 1966) de Josep Pla, hijo predilecto de Palafrugell.

Aigua Xelida también nos deleita con fascinantes cuevas marinas, como la d’en Gispert, o vecinas como Cala Marquesa, un espacio fascinante y poco explorado rodeado de acantilados al que solo se puede llegar por mar.

A 15 minutos en coche se encuentra Begur, un antiguo pueblo de pescadores que te enamorará, como también lo hizo con Carmen Amaya, la bailaora flamenca más grande de la historia, que encontró en Begur su último refugio.

Descubriendo el magnífico paraje que dibuja el Camino de Ronda entre Platja d’Aro y Palamós, y bajando unas largas escaleras, encontramos esta cala entre el boscaje rocoso característico de la Costa Brava, Cala de la Roca del Paller. Y es que las rocas que la delimitan a su derecha nos recuerdan a un pajar (paller en catalán). La naturaleza se adueña del espacio y las piedras del mar, así que recomendamos escarpines para entrar dentro del agua. Otra cala contigua es la de les Roques Planes donde majestuosas pero planas rocas la convierten en un espacio idílico y que contrasta con su prima-hermana Cala de la Roca del Paller. Unos paisajes calonginos que ya desde finales de los años 20 encandilaron a lords, actrices, aristócratas y escritores. Y años más tarde, alrededor de estos parajes Truman Capote escribiría gran parte de su maravillosa obra Cold Blood (A Sangre Fría, 1965)

Los versos del escritor Manuel Vilà en su poema Tossa, flor de mar describen la belleza de las calas de esta población amurallada. Entre ellas seguro que tuvo en mente parajes como Cala Futadera, también conocida como la Cala de los 300 escalones. Para llegar a ella toca ejercitar las piernas, despertarse pronto -debido a su orientación, la sombra llega temprano a la arena- y aguantar alguna que otra curva, que bien merecen la pena. Otra manera de disfrutar de esta paradisíaca cala de aguas cristalinas es desde un barco. Como blancas pinceladas en medio del mar, las embarcaciones fondean en la costa de esta cala teñida de azul durante el día y de ocres en el crepúsculo.

Los prodigiosos Jardines de Cap Roig de Palafrugell construidos en 1927 por el matrimonio Woevodsky, grandes embajadores de la Costa Brava entre las élites europeas, muestran el camino hacia asombrosas calas. Nuestra preferida es Cala Estreta, a solo 30 minutos. Si lo prefieres también puedes estacionar tu coche en la Playa Es Castell e ir andando. Durante el trayecto no solo te deslumbrará el paisaje singular de la Costa Brava por el Camino de Ronda sino que podrás descubrir una joya escondida del genio ampurdanés más conocido internacionalmente. La Barraca de Dalí es una cabaña que el magnate catalán Alberto Puig Palau quiso construir para que el artista la utilizase de taller, aunque no hizo ninguna de sus obras allí. Al llegar a la cala, su saliente rocosa (o ‘la roja’ como otros la llaman) y su morfología, en la que incluso puedes ver ‘formas de dragones de piedra’, te cautivará. Si te gusta el kayak, también puedes acceder desde la preciosa Cala Corbs.